Pasión por la radio
Monumento y caricatura
Buenos Aires, 24 de octubre de 2013 - Incurriré en una confidencia personal. Dispuse esta tarde de dos horas libres en mi vida, lo que no solo fue maravilloso, sino además insólito y reconfortante.
Con esas dos horas libres en mi poder, decidí acercarme a unos pocos metros que me separaban de lugar en el que acababa de almorzar, para visitar, una vez más, como ya lo he hecho en otras oportunidades, un lugar que es imprescindible conocer en la Capital Federal, el llamado Parque de la Memoria, “Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado”.
Era una tarde especial la de este jueves 24 de octubre. Pocas veces el cielo de la capital era tan azul y las aguas del río tan chocolatadas. Un viento fresco y vigorizante ayudaba a despejar casi todas las angustias que puede tener una persona como quien les habla. La soledad era sobrecogedora. Prácticamente no había nadie en el lugar. Ingresé al parque de catorce hectáreas convencido de que, a diferencia de otras oportunidades, era importante ver bien, comprender mejor y pensar de qué se trataba lo que este lugar simboliza.
Este “Monumento a las víctimas del terrorismo de Estado” se inauguró en 2007, hace ya seis años. Como su nombre lo indica, pretendió originariamente acreditar la historia y la tragedia de millares de seres humanos que desaparecieron, literalmente, de la faz de la Tierra, los NN que dejó el régimen militar. Pero como sucede en la Argentina, la idea inicial fue cambiando y se fue modificando de manera muy singular.
El monumento es verdaderamente estremecedor. El Parque tiene obras de arte importantes de Denis Oppenheim, William Tucker, Roberto Aizenberg, Marie Orensanz, el Grupo de Arte Callejero, Nicolás Guagnini y Claudia Fontes que aportan una dimensión estética que resignifica un espacio de resonancia política brutal. Fue construido junto al río, una manera de registrar que centenares de presos políticos de aquellos años fueron arrojados al río desde aviones de la Armada Argentina. Es un lugar para no olvidar, ciertamente, pero se han ido modificando drásticamente su esencia y su mensaje con el pasar de los años.
No digo que sea negativo cambiar Yo también he ido cambiando. Situaciones que antes no eran tan claras para mí, lo son ahora mucho más. Cuestiones que eran de una determinada manera, ahora me incorporan un matiz diferencial que enriquecen mi propia reflexión personal. Pero en este caso es otra cosa lo que ha sucedido. El Parque de la Memoria de Costanera norte ha sido reconfigurado y no es en 2013 lo que se pensó que sería hace diez años.
¿Por qué aparecen en el listado de miles de “víctimas” del Monumento, decenas de personas que murieron antes de 1976? La explicación oficial que se le ha dado a esa resignificación del Parque de la Memoria es que no solo homenajea a los desaparecidos durante el gobierno militar, sino a todos los que cayeron años antes “luchando por similares ideales de justicia y libertad”. En consecuencia, figuran numerosos guerrilleros y combatientes revolucionarios que cayeron, con las armas en la mano, tratando de ocupar regimientos militares o de secuestrar y asesinar personas, entre 1973 y 1976, en el curso de un gobierno constitucional. Muchos de ellos eran conocidos míos. Pude recuperar sus rostros, no solo sus nombres, cuando recorría el Monumento. Pero no fueron “víctimas” Eran guerrilleros, o combatientes, o subversivos, o terroristas, pero no “inocentes”, sacados de sus casas por razones incomprensibles. Fueron hombres y mujeres que habían resuelto empuñar el fusil, la pistola o la ametralladora, con la consigna “patria o muerte, venceremos”, a fin de llevar adelante una transformación revolucionaria del país. No eran insignificantes muñecos de papel. Fueron personas que no hubieran querido ser recordadas como “víctimas”, sino como heroicos combatientes.
En las catorce hectáreas se ha dispuesto que haya lugar para ellos, pero en cambio no lo hay para otros muertos. La Argentina oficial no recuerda a los otros muertos, como por ejemplo a las hijas del capitán Humberto Viola y del almirante Armando Lambruschini, o a coronel Argentino del Valle Larrabure, asesinados por la guerrilla. No hay en este Monumento a las Victimas nombres de los otros muertos, que no reconoce el actual gobierno argentino. Solo evoca a quienes murieron combatiendo de una parte, aunque hayan caído en acciones de violencia durante el gobierno constitucional de 1973 a 1976.
Es una perversa manera de recuperar esa historia. Enerva e impresiona la cartelería de señales desarrollada por un llamado Grupo de Arte Callejero, que describe una historia de la Argentina tan partisana, parcial y completamente unilateral que estremece e indigna. Aparecen inculpada en su totalidad, como institución, la Iglesia Católica argentina, como país, los Estados Unidos, y las empresas como clase social. No hay matices, ni descripciones medianamente objetivas. El guión de las señales que se leen hoy parece escrito por quienes hace 40 años se levantaron en armas. Todo el Parque de la Memoria de Costanera norte, y su “Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado” es hoy una gigantesca diatriba, alejada de toda pretensión de neutralidad valorativa, que solo homenajea a los “buenos”. Los otros muertos son los “malos”, gente a la que nadie asesinó y que ni eran argentinos, por lo que no merecen siquiera un recordatorio.
Para este Parque de la Memoria, la Argentina no vivió una tragedia, como sucedió en otros países, que procuran mirar hacia el futuro, recuperando historias de muerte y violencia, registrando lo sucedido y haciendo docencia al explicar el contexto en el que se dieron aquellas tragedias. En la Argentina millares fueron vilmente asesinados en defensa de un presunto Occidente cristiano, pero varios centenares fueron acribillados en nombre de una causa supuestamente revolucionaria.
La Argentina ha retrocedido. Desde 1985, cuando se juzgó exitosamente a las juntas militares, hasta el día de hoy, hemos involucionado, rumbo a la venganza, a la prédica vindicativa, a la unilateralidad. Este Parque de la Memoria se ha convertido, lamentable y desgraciadamente, en un sitio que solo recoge la historia oficial del Poder Ejecutivo Nacional, aún cuando está, teóricamente, bajo la gestión del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Resulta evidente que la orientación político ideológica del Parque de la Memoria está en manos del gobierno nacional, que, una vez más, ha aplicado en este caso la misma receta que viene usando hace años: convertir a la historia argentina en un relato ideológico unilateral, trastocando hasta lo más evidente y básico de nuestra peripecia histórica.
Este jueves fue un día hermoso. El cielo era azul y el aire fresco; tuve la sensación de que me había tocado en suerte una jornada crocante. Pero tras recorrer en soledad el Parque de la Memoria, mi alma quedó contrita y desolada. Es que también en materia de recuperación de la memoria histórica argentina, ha prevalecido una retórica ideologizada, vengativa, unilateral y miope, que postula una sola y discriminatoria mirada de nuestro acontecer como país.
En un futuro inmediato habría que resignificar el Parque de la Memoria. Deseo que, más temprano que tarde, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se haga cargo de equilibrar este escenario tan parcial. Así como está hoy, tal y como se presenta ante argentinos y extranjeros que lo visitan, este Parque de la Memoria es una gigantesca pancarta propagandística, un enorme panfleto, que conspira contra la ilusión de un futuro mejor para los argentinos.
©pepeeliaschev
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