Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Martes 28 de mayo de 2013Pasión por la Radio

Un acto de justicia

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Editorial Radio Mitre

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Buenos Aires, 28 de mayo de 2013 - Como en muchas ocasiones he sido muy explícito en el sentido de proclamar mi disgusto con el periodismo de efeméride. Sostengo que no se puede armar un producto mediático enancado siempre en el recuerdo de las fechas y de los acontecimientos. Hoy necesito hacer una aclaración, porque voy a trabajar sobre la recordación de una fecha, y necesito explicarles por qué lo voy a hacer.

No es una efeméride en un sentido literal. Me parece que es una fecha que merece la pena destacar para recordarla, porque está muy olvidada y porque permite arrojar un fuerte rayo de luz sobre muchas de las consecuencias de la peripecia argentina.

Un 28 de mayo de hace muchos años efectivamente algo sucedió en nuestro país. Fue en 1975. Ha sido recordado, o registrado al menos, por los medios como el Combate de Manchalá y en verdad de esto se habla muy poco y se sabe menos, entre otras cosas porque una muy curiosa doctrina oficial sostiene que no todos los muertos no son iguales. Habría unos muertos a recordar y homenajear, pero otros muertos que deben ser condenados al silencio eterno.

En verdad no debería ser así.

Un día como hoy, de 1975, se produjo una más de las tantas incursiones de fuerzas guerrilleras sobre unidades militares argentinas.

El general Juan Domingo Perón había muerto hacía menos de un año, ejerciendo el cargo de presidente de la República para el que había sido elegido en septiembre de 1973. Falleció en julio de 1974 y en mayo de 1975 ejercía como presidente de la Nación la vicepresidente votada por los argentinos, María Estela Martínez, Isabel.

Todo ese año 1975 estuvo pautado por un in crescendo literalmente ininterrumpido de acciones armadas. Acciones armadas, es menester subrayarlo, que se desarrollaban en contra de las autoridades de un país que efectivamente vivía en un estado de derecho porque la legalidad constitucional había sido recuperada el 25 de mayo de 1973.

La decisión del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de instalar un foco guerrillero en Tucumán con la implantación de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, produjo un salto cualitativo importantísimo en la guerra que ya a esas alturas era inconfundible e innegable y que estaban librando las fuerzas guerrilleras contra el gobierno argentino.

Desde luego, a esas alturas existía en nuestro país un fortísimo terrorismo de Estado. Permítaseme una alusión personal: yo ya me había exiliado muchos meses antes, en noviembre de 1974, como varias decenas de argentinos que partíamos horrorizados, intimidados y para protegernos del accionar de la Triple A. Esa Triple A había nacido en el seno de gobierno peronista y a esas alturas estaba desbocada.

Sin embargo, con Triple A y todo, la Argentina vivía una situación de enorme tensión y de enorme violencia sin haber abandonado los rudimentos del estado de derecho. Había un Congreso, una justicia civil, un gobierno enclenque, débil y cuestionado, pero surgido de una elección popular. Después de 17 años de proscripciones, nadie podía alegar que ese gobierno no había surgido del voto a la fórmula Juan Perón-Isabel Perón.

La implantación de la guerrilla de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, de aproximadamente unos 400 hombres en el monte tucumano, generó el lanzamiento del Operativo Independencia, ordenado por el gobierno peronista para combatir a la guerrilla y exterminarla. Pero ya un mes antes del comienzo del Operativo Independencia, un impresionante atentado guerrillero determinó la caída de un avión de transporte militar en las proximidades de Tafí del Valle. Ahí el Ejército Argentino pierde a 13 de sus hombres, caídos en ese atentado terrorista. La secuencia no habría de interrumpirse.

Ya en febrero de 1975 hay un combate en Rio del Pueblo Viejo, donde la guerrilla mata al Teniente 1º Héctor Cáceres; ese mismo febrero otros dos militares caen el ser derribado por guerrilleros un helicóptero del Ejército. En mayo hay tiroteos y combates en varios lugares de la provincia. No voy a hacer el listado completo de todos los oficiales de las FF. AA: muertos porque quiero llegar a una conclusión. Sólo en 1975, ERP y Montoneros mataron a no menos de 53 uniformados. Fueron 53 muertos en un país que formalmente decía estar viviendo en el estado de derecho.

Un día como hoy, hace 38 años, se produjo el intento del ERP por copar una escuela cerca de un regimiento ubicado en Manchalá, provincia de Tucumán. Para eso, el despliegue militar del ERP fue realmente formidable. A esas alturas, ya contaban con armamento muy importante, capturado en diferentes incursiones en unidades militares. Es importante que los más jóvenes traten de recomponer el cuadro de la época: un país que tenía un gobierno surgido de elecciones y en donde fuerzas guerrilleras operaban al descubierto, atacando unidades militares, puestos policiales; secuestrando empresarios y asesinando policías. No había en la Argentina de 1975, aún cuando el gobierno era de pésima calidad, una dictadura militar, ni se vivía un estado de facto.

Claro que la situación ya era de tal gravedad que las libertades iban siendo recortadas día a día. Sin embargo, la guerrilla –que dejó de actuar nunca desde 1973 en el caso del ERP y desde 1974 en el caso de Montoneros- golpeaba permanentemente, como si en la Argentina se hubiera instalado una feroz tiranía militar y la única manera de derrotarla fuese a través de las armas.

En aquel combate de Manchalá, el Ejército Argentino llevó las de ganar y logró evitar el copamiento de la unidad dejando un saldo altísimo de víctimas entre los guerrilleros. En rigor de verdad, los últimos años del ERP fueron una calamidad tras la otra. Hay que recordar lo que sucedió en Monte Chingolo, cuando pese a las serias advertencias que se le habían hecho a Mario Roberto Santucho, de que la acción estaba delatada y que habían sido penetrados por los servicios, insistió en hacerla y dejaron en el campo de batalla, en las afueras de Buenos Aires, prácticamente cien muertos.

¿Qué decir en 2013, tantos años después, de aquellas calamidades de 1975?

No hablo de actos de resistencia contra una dictadura militar.

No hablo de las acciones armadas previas a mayo de 1973, cuando había en el país un gobierno de facto y algunos pensaban que la única manera de generar el regreso de la soberanía popular era a través de las armas.

Hablo del período de transición, terrible y sangriento, que va de mayo de 1973 a marzo de 1976. Para esas muertes, esos desatinos, esos asesinatos, esos ataques a unidades militares y policiales, el actual gobierno nacional no tiene recuerdo, no tiene memoria, no tiene registro.

Inútil buscar los nombres de los soldados muertos entonces en el actual Parque de la Memoria de la Costanera Norte porque la verdad que se ha instalado en la Argentina o -para usar la maldita palabra, el relato, la narrativa oficial- es que hubo sólo un grupo de muertos que merecían la memoria, el registro y la recordación, mientras que para los demás, esencialmente hijos del pueblo que vestían el uniforme de conscriptos, ni siquiera cupo la elemental justicia de anotar sus nombres como víctimas, también ellos, de una Argentina desencontrada y envuelta en un océano de sangre.

Estas no son palabras simpáticas.

Son palabras que me cuesta muchísimo decir, palabras que articulo con dolor en el corazón y lo hago a propósito de un aniversario que no ha sido recordado porque el Gobierno no recuerda estas cosas, no quiere hablar, no quiere denunciar, no quiere ni siquiera trasuntar la verdad de la tragedia argentina. Hubo enfrentamientos que seguramente fueron muy dispares y muy desiguales, y en los cuales de ninguna manera pretendo equiparar las responsabilidades del Estado con las de la guerrilla.

En Tucumán se cometieron atrocidades, hubo torturas y desapariciones, no tengo dudas de eso. Claro que no las tengo. Pero el cuadro no se completa y la realidad no se describe en toda su terrible dimensión si no se subraya la responsabilidad de los grupos que marcharon deliberadamente a crear un caos absoluto en la Argentina.

La Argentina no va a poder reencontrarse consigo misma hasta tanto aquellas muertes formen parte de un acervo y un patrimonio común, como bien lo dice el escritor Héctor Leis, en su reciente libro “Un testamento de los años 70”. Si la memoria no es completa, esa memoria no va a existir. Va a ser sencillamente solo el saldo vencedor de un grupo que por ahora tiene el control de los acontecimientos.

Un 28 de mayo, como hoy, hace muchos años, en 1975, cuando yo ya no vivía en la Argentina porque había huido de la violencia, en este país se agredía violentamente a unas instituciones que nunca hubo que haber agredido como tales. Recordarlo es un elemental acto de justicia, pero sobre todo es un acto de reparación.

©pepeeliaschev
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