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Las condiciones que pone Irán para dialogar
Buenos Aires, 23 de julio de 2011 - Irán propone “dialogar” con la Argentina, pero es una imposición evidente y unilateral. Sus condiciones son tan enormes que la palabra pierde sentido. Sin embargo, el responsable de las relaciones exteriores argentinas se precipitó nuevamente al elogiar al régimen de Irán, sin que aparentemente haya analizado someramente de qué se trata la mentada “propuesta”.
El domingo pasado el régimen de Irán declaró estar dispuesto a “ayudar” a la Argentina a revelar la verdad sobre el ataque de 1994 a la AMIA. Desde Teherán, la cancillería iraní alegó que la república islámica es “una de las principales víctimas del terrorismo y condena todo acto terrorista”. Enseguida manifestó “su simpatía” por las familias de los 85 muertos en ese ataque y “lamentó” que hayan pasado 17 años desde que esa “atrocidad” fuera cometida, la verdad sobre la catástrofe no haya sido conocida y “sin embargo las identidades de los verdaderos responsables y perpetradores siga siendo ignorada”.
Es muy probable que el gobierno de Cristina Kirchner no haya leído este párrafo desconcertante de la declaración iraní: “El Ministerio de Relaciones Exteriores (de Irán) denuncia también el hecho de que la búsqueda de la verdad sobre la acción criminal se haya convertido en objeto de conjuras y juegos políticos, y que funcionarios argentinos de aquella época, cuyas acciones ilegales han sido reveladas y han sido declarados culpables por la Justicia en tal sentido, hayan engañado a los investigadores judiciales, preparando el escenario para la fuga de las manos de la Justicia de los verdaderos responsables de la atrocidad, acusando a varios súbditos de la Republica Islámica de Irán”. Probablemente tampoco leyeron un párrafo, aún más provocativo e irritante: “La Cancillería de Irán expresa también su malestar por la continuación de estos hechos por quienes han venido actuando en el Poder Judicial argentino desde aquella época”.
Tras estas advertencias elocuentes, que le quitan toda credibilidad a la supuesta intención iraní de “dialogar” con la Argentina, el régimen islámico declara que “espera poder dar a conocer y proporcionar a la opinión pública un informe para arrojar luz sobre detalles de esta tendencia injusta y anómala”. Explica enseguida: “De acuerdo con las leyes de la Republica Islámica de Irán y el derecho internacional, el Ministerio de Relaciones Exteriores está obligado a impedir que los derechos de los súbditos iraníes sean violados y a defenderlos contra acciones injustas y extremistas que infringen sus derechos fundamentales”. Recién en esa instancia, y luego de advertir que para ellos nada ha cambiado, los iraníes disparan esta pintoresca propuesta: están listos para “cooperar y abrir negociaciones constructivas con el Gobierno argentino para ayudar a revelar las realidades, basados en el respeto mutuo y en el marco de la ley, para ayudar a impedir la continuación del errado camino de la investigación judicial del caso, y ayudar a administrar justicia de una manera que satisfaga a todos” (Tehran Times. Iran’s Leading International Paper, Teherán, 18 de julio de 2011).
Sobre la base de esta ostensible exhibición de unilateralidad del régimen de Irán, Héctor Timerman se zambulló con su habitual celeridad. La misma noche del domingo 17, el comunicado de la Cancillería argentina rezumaba lo que para expertos profesionales de la casa era una mezcla de amateurismo y llamativa credulidad: “Cabe rescatar que de confirmarse lo publicado, significaría un avance inédito y muy positivo (sic) de las autoridades de la Republica Islámica de Irán en la causa AMIA”. ¿Inédito? ¿Muy positivo?
Israel, en cambio, no se hizo ilusiones. El embajador de ese país en la Argentina, Daniel Gazit, advirtió que el anuncio iraní “no significa nada” y subrayó que “si quieren colaborar, tienen que responder y entregar a los acusados por el crimen ante la Justicia argentina. Luego del atentado a la AMIA, algunos responsables del hecho recibieron honores en Irán, el Líbano y del grupo terrorista Hezbollah, e incluso les aumentaron el rango militar por su buen trabajo”.
Timerman sabe quién es su “par” iraní, el canciller del presidente Majmud Ajmadineyad, Ali Akbar Salehi. Como reveló PERFIL el 26 de marzo de 2011, Timerman y Salehi estuvieron simultáneamente en la ciudad siria de Alepo en enero de 2011 de este año. En ese informe, firmado por este mismo columnista (“Argentina negocia con Irán dejar de lado la investigación de los atentados”), se preguntaba: ¿por qué, estando la presidenta Cristina Kirchner de gira oficial en Medio Oriente, fue normal, aceptable, y exento de toda sospecha que su canciller se desplazara a Siria y mantuviera una reunión pública con un presidente que no es su par? ¿Por qué lo hizo sin hacerse acompañar del embajador argentino en Siria, el actual director general de Africa del Norte y Medio Oriente, y por qué, luego de un primer encuentro en Damasco con su par sirio, viajó a Alepo, en coincidencia con la presencia del canciller iraní en Siria?
Lo que se afirmaba en PERFIL nunca fue desmentido por el Gobierno argentino. Pero la agencia de noticias siria emitió un cable público el 23 de enero que revela que el canciller sirio se reunió con los de la Argentina e Irán, uno después del otro, y que al día siguiente viajaron a Alepo, donde se entrevistaron con el presidente Al Assad. ¿Para qué un ministro que está acompañando a la Presidenta en una gira estratégica por Emiratos Arabes Unidos, Kuwait y Turquía, se aleja de la misión oficial y coincide, misteriosamente, con el canciller de Ajmadineyad en una ciudad que ni es la capital de Siria?
Aquel informe en PERFIL recogía la filtración de un memo de la cancillería iraní al presidente Ajmadineyad, un típico “policy paper” de recomendación intergubernamental donde el responsable de las relaciones exteriores del régimen de ese país le sugería a su presidente que, en virtud de los elementos de juicio manejados por la cancillería iraní, correspondía avanzar en un acuerdo importante con la Argentina, porque para esa cancillería estaban dadas las condiciones para que los argentinos decidan dar vuelta de página en sus relaciones con Irán.
La reacción de Timerman fue explosiva. Estaba a punto de viajar a Israel y la divulgación de la noticia tuvo amplia y muy negativa repercusión en la prensa de Jerusalén y Tel Aviv. Citado por el fiscal Alberto Nisman, que me despachó seis citaciones policiales para que me presente “munido de documentación respaldatoria”, yo declaré el 28 de abril que “en la época de los WikiLeaks, no extraña que comunicaciones burocráticas o políticas trasciendan. ¿Por qué sorprenderse de que un documento, obviamente escrito en la lengua nativa de los iraníes, el farsi, se filtre, se traduzca a otros idiomas (hay muchas hipótesis)y la información traspase las fronteras iraníes?”.
Pero no era sólo eso. Apenas horas antes de que se publicara esa primicia en PERFIL, el 25 de marzo Cristina Kirchner envió un video para ser proyectado en el Luna Park a los asistentes del acto de lanzamiento del partido Miles, de Luis D’Elía. ¿Quiénes compartieron el acto? El ministro Carlos Tomada, el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y la máxima autoridad de los medios, Gabriel Mariotto, junto a Sayed Alí Pakdaman, encargado de negocios de la República Islámica de Irán en la Argentina. La Presidenta dio la bienvenida a D’Elía ante el representante del país al que la Argentina acusa de preparar y concretar el más grave atentado terrorista de su historia.
¿Podían ignorar ella y sus ministros que el organizador del acto es un público representante ad hoc de Irán y que entrevistó en dos oportunidades en su programa en la paraestatal Radio Cooperativa a un prófugo de la Justicia argentina, como Mohsen Rabbani, haciendo la apología de un imputado de un crimen atroz?
Hay otros elementos asombrosos. El Gobierno designó embajador en Siria a Roberto Ahuad, quien ha declarado: “Me cuesta creer que un argentino de bien pueda apoyar a Israel”, calificando al Estado de Israel de estado terrorista.
Tras estas revelaciones, el 5 de abril se presentó en el Senado de los EE.UU. el jefe del Comando Sur de ese país, el general Douglas Fraser, que dijo: “Sabemos que hubo tratativas entre ambos gobiernos –Irán y la Argentina–; no sabemos dónde, si en Irán o en la Argentina”. Es un general de cuatro estrellas, compareciendo ante el Comité de Servicios Armados (Fuerzas Armadas) del Senado, y lo hace convocado no por la derecha republicana, rabiosamente “pro sionista”, como diría D’Elía, sino por los senadores demócratas Richard Blumenthal y Carl Levin, que lo citaron como reacción a mi artículo. El 6 de abril, la corresponsal de La Nación en Washington, Silvia Pisani, escribía: “La información militar norteamericana pareció ir más allá de lo que, hasta ahora, admite el canciller Héctor Timerman, quien, en la gira por Israel, rechazó contestar en forma directa si había tratativas entre ambos gobiernos. Los dos senadores demócratas le pidieron al general Fraser que siga la cuestión”. “Este es un asunto muy importante”, corroboró el senador Levin”.
Desde 2003 el Gobierno argentino se ha manejado en la relación con el mundo árabe, y en particular con la causa AMIA, con lo que muchos ámbitos de la comunidad judía perciben como un doble discurso. Por una parte, denuncias, discursos y presentaciones, tanto del ex presidente Néstor Kirchner como de la actual presidenta Cristina Fernández, en un organismo expresamente no ejecutivo como la Asamblea General de la ONU, donde exhiben pura retórica. Las autoridades argentinas se hacen acompañar con gastos sufragados por el fisco, familiares, parientes y dirigentes de la comunidad judía.
Pero este mismo gobierno recibió de manera calurosa y cordial a un dictador sanguinario (el presidente Bashir Al Assad), cuyas fuerzas represivas mataron en las últimas semanas a no menos de 1.400 disidentes en manifestaciones callejeras, a sabiendas de que la Siria de Assad padre y Assad hijo ha albergado, protegido y patrocinado la instalación de la frontera del sur del Líbano con Israel, y también en la frontera siria, de la milicia Hezbollah, que declara explícitamente su intención de hacer desaparecer al estado judío. Paradójicamente, en 2004 la entonces diputada Cristina Fernández de Kirchner denunciaba “la pata siria” en el atentado de la AMIA, llegando a insinuar que Siria era más responsable que Irán en la organización del atentado.
También, prosiguiendo con la noción del doble discurso, el Gobierno argentino se negó a condenar en la sede de la Organización Internacional de la Energía Atómica los planes nucleares del régimen fundamentalista iraní, al punto tal que D’Elía, en el lanzamiento de su partido, dijo que Irán le había agradecido muy especialmente por esa actitud.
La columna en PERFIL sostenía que la Argentina suspendería de hecho la investigación de los dos ataques terroristas de 1992 y 1994, en que se destruyeron las sedes de la embajada de Israel y de la AMIA en Buenos Aires, “según un documento hasta ahora secreto, recientemente entregado por el Ministro de Relaciones Exteriores de la Republica Islámica de Irán, Alí Akbar Salehi, al presidente Majmud Ajmadineyad”. Agregaba: “Para la diplomacia de Irán, las investigaciones argentinas han quedado cerradas. El canciller iraní le dice en su informe al presidente Ajmadineyad que ‘la Argentina ya no está más interesada en resolver aquellos dos atentados, pero que en cambio prefiere mejorar sus relaciones económicas con Irán’”.
Timerman se entrevistó con el canciller sirio Walid al Mohalem, y con el presidente Bashar al Assad el 23 y 24 de enero en la ciudad siria de Alepo. La agencia oficial siria dijo en ese momento que Timerman y Al-Assad abordaron el proceso de paz en Medio Oriente, “paralizado a causa de las políticas israelíes y el fracaso que ha demostrado la administración estadounidense en presionar a Israel para que cumpla con la legalidad internacional”.
Al Assad visitó Buenos Aires en julio de 2010 y fue recibido por la Presidenta, que en ningún momento recordó que Siria es una dictadura de partido único, cuyo líder ocupa el cargo hace diez años, sucediendo a su padre, Hafez Al Assad.
Timerman viajó a Israel a fines de marzo y cuando se le pidió que desmintiera o ratificara la versión, declaró a la prensa que “no dignificaría esa nota periodista con un comentario”, aun cuando de inmediato subrayó que “no tiene por qué dar cuenta ante un tercer país de las relaciones de la Argentina con otros países”. En el atentado de marzo de 1992 contra la embajada de Israel en la calle Arroyo murieron tres diplomáticos de ese país, entre las 29 víctimas fatales. Al igual de lo que sucede con el ataque a la AMIA, el de 1992 sigue completamente impune.
El ministro de Defensa de Irán, general Ahmad Vahidi, que estuvo hace pocas semanas en Bolivia para inaugurar una escuela militar para oficiales de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, es uno de los cinco funcionarios iraníes requeridos por Interpol por la destrucción de la sede de la AMIA. Bolivia pidió disculpas a la Argentina, luego de dejar partir al general Vahidi con toda tranquilidad. En este mismo diario, quien firma esta nota publicó el 16 de enero de 2011 otro informe alertando sobre la expansión iraní en América latina (“Venezuela e Irán arman una base militar en Sudamérica”). La Argentina, asombrada por la visita de Vahidi a Bolivia en mayo, no quiso o no supo asumir esa advertencia temprana.
En este marco, parece advertirse que el Gobierno argentino propicia un cambio de relación con Irán. Esto no quiere decir que esté en condiciones de cancelar las actuaciones de la fiscalía de Nisman, pero la inmediata y desmesurada expresión de simpatía de Timerman y sus representantes en la ya casi licuada entidad Familiares de las Victimas por aceptar la inexistente “propuesta” de Irán revela que, en esencia, lo que se dijo aquí en marzo sobre todo este escándalo era esencialmente verdad. Ya en el verano de 2011 la Argentina dialogaba con el régimen de Teherán, solo que lo hacía a través de la intermediación de la dictadura siria.
© pepe eliaschev
Publicado en Diario Perfil
¿Qué diría Pepe?
Por Victoria Verlichak* – El mes pasado tuve que cambiar la heladera; tenía un desperfecto irreparable.